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Quito también se viste de negro

Días antes, la ciudad estaba empapelada con afiches del centralazo. Como tradición, este evento es el homenaje que la Universidad Central del Ecuador hace a Quito en sus fiestas. Dos días de pura música que envuelven de alegría el estadio de la universidad.
Como dice la gente, el clima de Quito es como el de las mujeres. Pero Llueva, truene, relampaguee paso a paso se acercan los amantes del rock. Con botas, cabellos largos, otros con crestas, otros que salen apresurados del trabajo para liberarse de la rutina, alguno que solo les lleva el pana, pero con la única finalidad, disfrutar de la música.


Una larga cola de personas que tratan de cubrirse de la lluvia, ingresa al estadio, todos con fundas de caramelos en mano, este es el donativo y único requisito para ingresar. Este donativo servirá para repartir a niños con pocos recursos económicos, así que nadie se queja. Todos acolitan la movida.


Pero como todos siempre, buscamos ganarnos una chauchita, también había p
ersonas que vendían fundas, estaban antes que comience el concierto, acaparando clientes. Se ve el juego de la negociación, algo muy ecuatoriano “la rebaja” o “verá que soy estudiante”. Pero al final se vende. Algunas de las vendedoras cuchichean al ver entrar unos punk, con sus crestas verde. Pero ellos solo se ríen, esa es la idea del punk ser irreverente.



Al entrar, uno logra ver un gran escenario. Ya está todo listo, las guitarras evocan gritos de contracultura y las cabezas de cientos de personas las siguen en sincronía. Cada banda deja todo de sí.  Los reciben y despiden con aplausos. Pero el momento más esperado, llegaba.


Muscaria sube al escenario y con un grito gutural, comienza el desmadre. Su música envuelve a todos y comienzan a saltar. El mosh comienza a girar con sus canciones, la euforia se siente en cada uno de los asistentes. Giros que parecen una batalla campal, giros que solo limpia el alma. Los decibeles se van apagando ya entrada la noche, todos gritan en coro, de una manera  que jalan a los artistas al escenario nuevamente.


El grito vibra nuevamente en todas direcciones y  dicen que se quieren despedir de la mejor manera. Con más música y quieren dedicar su última canción a quito. Pero solo piden una cosa, que bailen mosh hasta cansarse. La euforia se toma durante varios minutos la central con los duros sonidos de la guitarra. Al terminar, la satisfacción envuelve sus cuerpos ya sin gota de estrés, que salió al movimiento de la música. Algunos piden más, pero se van apagando hasta volver al silencio habitual de la Universidad Central

Realizado por Franklin Estevéz

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