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“Mis amantes son mis hijos”

 

​Dice que  su  ex esposa  se quedó con todo después de la separación. No le importa.”Lo único que quiero es que me deje vivir tranquilo con mis hijos”, manifestó Manuel Layvay, artesano de  47 años

.

Al entrar al local se percibe un olor a limón, tal vez de algún desinfectante pensó la periodista. Él la recibió con una  sonrisa amigable mientras acomodaba el periódico que leía. La mirada de Manuel deambula de la entrada del local  al lente de la cámara,   mientras cuenta su historia. “Hace pocos meses firmé los papeles en donde le doy la casa. Hasta  hace 9 meses todavía vivíamos juntos, pero la situación se volvió insostenible y por eso decidí darle la firma de la casa”.


Son las 12 del medio día y en la calle Guayaquil, a lo lejos, ya se escucha al vocero de los almuerzos invitando  a los comensales a degustar sus platos. Alza  la mirada y  dice que hace  8 años  que se separó de su esposa, él dice ser consciente de que la separación fue porque  bebía mucho y se portaba mal con ella.

El brillo del dinero lo llevó beber



Él es de Cuenca y desde que llegó a Quito a trabaja en la joyería. Cuando recién se casó, con su esposa vendieron un terreno que le heredaron sus padres, para ponerse una joyería. El hombre del restaurante de al frente vuelve a gritar almuerzos él lo regresa a ver y cuenta que el dinero lo deslumbró. En esa época la joyería era un buen negocio. “yo trabajaba medio día y

sentía que ya había hecho lo suficiente.

Ella vive en su casa



Cuando firmó el divorcio no tenía a donde ir, cuenta. Su mirada ha tomado un rumbo diferente.
-Buenas cuánto cuesta este anillo  (pregunta una señora en la puerta. Interrumpe la conversación, gira en su silla, se levanta y camina hacia la señora). Con un gesto muy amable le indica el anillo. Después de unos segundo regresa, sólo quería verlo dice. Ocupa nuevamente su lugar, gira en la silla y con dos golpes con sus zapatos mira en sus manos un anillo de acero que se encuentra en su dedo anular. Retoma la conversación. Nuevamente cuenta que cuando él se divorcio se quedó en la casa porque  no tenía a donde ir.


En ese entonces sus hijos ya estaban en el colegio. Cuenta que él se levantaba a las 5h00 para  hacerles el desayuno y el almuerzo.


Cuando se separó de su esposa tuvo que hacerse cargo de sus hijos. Decidió dejar de tomar licor y dedicarse a sus hijos. “Al ver que la madre se desentendió del lugar, él obligatoriamente le tocó hacerse responsable de sus hijos. Yo viví con ellos cuatro años. Los problemas siempre fueron cuando mi tío llegaba tomado”, manifestó Jaime Layvay, sobrino.

Cerraba el negocio y me dedicaba a tomar”. Al preguntarle sobre las personas que le acompañaban en esos momentos de licor, en sus ojos se refleja cierta incomodidad. “Amigos que cuando me arruiné  no estaban para mí. Ninguno de ellos me ayudó”



Las canciones de salsa finalizan y mientras el locutor habla, él manifiesta que  lo más importante ahora son sus hijos. Como parte de su historia  le contó a la periodista que  cada vez que él tomaba había peleas en la casa. Sus  ojos entran en una especie de trance mira fijamente  y empieza a narrar lo que vivió. Cuenta como  el alcohol acabó de a poco  con su  matrimonio hasta que su esposa decidió pedirle el divorcio. Una pregunta viene por qué consumía licor dijo la periodista. Antes de responder hace una pausa. Mueve la cabeza de un lado a otro. Dice que  iba con sus amigos a la villa o al vóley y que  ahí consumía alcohol.



Jaime Torres, psicólogo,  explicó que “las sustancias cumplen  una función social. La  función social la determinas según las personas que la consumen. Iniciaste la función de ser consumidor con los amigos y generaste dependencia, ahí se vuelve un problema. La gente consume para estar alegre. Se reúne con los amigos para estar alegre  pero ahí tienes una fase en la que se  sufre”.



Agarra un lápiz y empieza a verlo con mucho interés. “Los hijos son lo único que le queda a uno”, dice. Su  fuerza para dejar de tomar fue su Dios y la fuerza de la voluntad. Sobre su ex esposa dice, “Vivimos  juntos  hasta hace 9 mese atrás. No,  nos llevábamos bien. Y ella me pifió la firma de la casa para dejarnos tranquilos.


La lucha continua


“Ya son ocho años de mi separación.  Ahora consumo licor  casi 1 vez al año. Trabajo  de 7 de la mañana a 7 de la  noche”. Ahora sus hijos ya están en la universidad y que el dejar de consumir licor  le ayudó  a estabilizarse  económicamente. Ha pagado sus deudas. Aspira que su hijo mayor se gradué en un seis meses y pueda reunir para comprar una casa. Hoy sigue en el negocio de la joyería y con tres vitrinas delgadas dice salir adelante.

En el ámbito amoroso cuenta que su esposa siempre le dijo que él tenía una amante, cosa que él niega con una carcajada. “Mis amantes son mis hijos, trabajo día a día por ellos. Todo mi dinero es para ellos”.

Según datos del El Instituto Nacional de Estadística y Censos. En el período 1996 al 2005 en lo que se refiere a los divorcios inscritos se produjo un incremento  del  34,0 %. Al compararlo con el año 2004 el número de divorcios se incrementaron en un 4,2 %.













































“..Lo único que quería es

vivir tranquilo con mis hijos, así que accedí a  dejarle  la casa”.

Realizado por Diana Aucay.

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