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Llegó el anochecer. La gente sale a caminar, festejar, beber en nombre de la carita de Dios. Todos comparten los eventos que organiza el municipio. Los servicios de trasporte público se abarrotan, parecen una lata de sardinas, todos pegados como legos. Salen como si estuviesen empaquetados a presión de las puertas del Trole Bus.

Una feria de música esperaba. Tres días seguidos. Música, alimentos, empujones para pasar adelante. Comprar con una inflación del  500 por ciento una barra de chicles. Eso era la Feria de la Carolina.

 

Martes, Café Tacuba, actor principal. Un olor a marihuana se desprendía. La gente saltaba a pesar de que el cielo lloraba un poco. El calor humano aplacaba el frío intenso. Los vendedores se escurrían en el gentío. ‘Cero alcohol’ era el lema, los policías trataban de hacerlo cumplir. No pudieron.  Cada canción de ellos era un himno patriota en las tierras de sus vicisitudes.  ‘Te voy a dar un puñete’ se escuchó de una chica con ansías de golpear al chico del frente que no la dejaba ver el concierto.

 

Era 5 de diciembre. La gente festeja desde temprano, motivo: mañana feriado. Ruben Blades en la palestra musical para este día. Planes se armaban y desarmaban. Toma dos por ‘shunsho’, se oía. ¡Que viva Quito! decían, y replicaban ¡y que beba también!

 

Otro viaje enlatados en el Trole. Una fila desde la puerta de acceso hasta las Cruz del papa esperaba. ‘Hombre y mujeres filas diferentes’ anunciaba un municipal. Todos ansiosos por bailar salsa, ritmo caribeño, pasional, latinoamericano.  Una de las pantallas pagadas. Sale Blades. La gente comienza a bailar. Piruetas, vuelvas, abrazos, mejillas juntas, cinturas tomadas, manos enlazadas, aplasos, gritos. Al final de la noche, sonrisas. 

La ciudad durmió tarde. ¡Un encebollado para el chuchaqui, madrina!, mencionaba un joven. Desfile de luces y colores. Bajan de adentro del gigante con tirantes. Menos gente que antes, motivo: mañana trabajo. Parejas, tomados de las manos, caminaban para el cierre de la feria.

 

Julieta sale. Un grupo de chicos querían darle un bóxer, se abrieron paso entre la gente. Un te amo retumbó en un breve segundo de silencio hacia la artista. Coreaban canciones que sabían y las que no se balanceaban suavemente para acompañar. Apple y android se encargaron indirectamente de digitalizar el concierto a través de los celulares. La propias vendedoras ofreció alcohol y otra vez se rompe la regla.

Quito duerme de nuevo para despertar el próximo año, si los mayas se equivocan con su predicción.

‘Ingrata’ con ‘Amor y control’ vamos ‘Lento’ a la Carolina

Realizado por Mateo Garzón

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