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La Mermelada de Navidad

Hace unos años, pasando unos días en el SigSig Cuenca, con  la tía Blanca (tía de Consuelo mi amiga  de infancia) estaba preparando un cocktaill de frutas del bosque.  Me explicó paso a paso cómo se hacía y nunca olvidé su receta.  Recuerdo que estaba fascinada con el color de esa mermelada, y ni hablar del sabor...

Una navidad en que no teníamos plata para dar regalos a toda la gente que queríamos regalar, Consuelo  y yo nos fuimos al mercado mayorista y compramos kilos de fresas y moras.  Por supuesto, no recuerdo de dónde saqué la receta de esas mermeladas, pero quedaron buenísimas.  Las guardamos en frascos de vidrio reciclados, y decoramos las tapas con goma y cintas navideñas.  Fue un gran regalo  (y lo sé no por falta de modestia, sino porque mi abuela y la de Consuelo todavía recuerdan aquellas mermeladas que se comían por cucharadas).

 

Recuerdo, que la tía Blanca ponía las bayas en una olla grande y las cocinaba a fuego lento hasta deshacer, luego las colaba a través de una tela y sólo usaba el jugo. La idea es usar la pectina natural que tienen las frutas, para darles esa consistencia gelatinosa, esto ayuda a que boten sus jugos naturalmente, el azúcar penetre y el tiempo de cocción se minimice, de modo que el sabor de la fruta se mantenga casi intacto. Como la fruta se cocina por poco tiempo, no tiene ocasión de soltar toda la pectina y por eso las conservas suelen ser más líquidas que otro tipo de mermeladas.

 

Mi abuela aún guarda como un verdadero regalo de navidad los recipientes decorados que utilizamos para guardar la mermelada.

Realizado por Lizeth Montúfar

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