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Con el Diablo al lado

Estaba la mañana tranquila, las nubes empezaron con suaves teñidos blancos como de algodón, el sol estaba un poco fuerte pero aceptable, los pi pii piiii de los vehículos apresurados  movilizan  el trafico, unos pocos respetan al rojo del semáforo a otros les vale madres que alguien este frente a ellos. Me acercaba al faro, llegue casi descansado, el sol estaba muy pegador y me caía justo en la cara.



En medio de calle estaba un chico jugando con tres bolas, dos verdes y una blanca, se percato que lo vi, asentí con una mueca agradable, me miro de reojo y se sonrió, estaba admirado de que yo llegara con tres bolas también. Sus ojos me regresaban a ver casi inquisitivos, sentía su energía pesada… lo vi directamente cuando hacia sus trucos, me sentía intrigado y alegre a la vez, cada uno de sus trucos hacia nacer en mi esa alegría que me llevo a saludarlo con gran estima y buena vibra.


Que tal loco, le dije con alegoría gestual y sacando mis tres bolas.


El se sonrió y me dijo: Que más socio, todo bien? Si todo bien, le respondí tranquilo.


Se subió a la vereda y me pregunto si yo también jugaba, le respondí  afirmándole con la cabeza, le dije que yo hacía malabares en ese faro hace como tres años, él me miro intrigado y se hecho  a reír  cuando le indique algunos de mis trucos. Nos miramos las caras por unos eternos segundos, como se llama parcerito?, me pregunto, soy Agustín le repuse y al instante le pregunte y tú? Insinuó una mueca burlesca y me dijo a mi me dicen Diablo…


Ambos reímos con nuestras expresiones, es que usted no me conoce mi parece…. Finalizo él.


Le propuse ir a caminar alrededor de la plaza, que estaba detrás de nosotros, pero el se rehusó porque tenía que trabajar para pagar el hotel.
Entonces él propuso que nos turnáramos para jugar una una, ya de una le dije yo, empiece usted, agregue y él empezó con  su alegoría e intimidación al público.


Al regresar lo escuche molesto, pronuncio algunas palabras  de grueso calibre, enojado me dijo esta gente de mierda que no se apoya, yo intento apaciguarlo, diciéndole tranquilo no debes estresarte sino la gente se estresa mas y no te apoyan. Pero el se frunció y no escucho nada.


Porque te dicen Diablo le pregunte, porque crees tu me respondió, no se le dije de nuevo, porque ando el diablo al lado me dijo, misterioso y cabizbajo con voz que se rompía. Unos segundos me que observándole detenidamente, su piel era de tés morena con algunas pequeñas manchas blancas que eran como picaduras de mosquito. Su rostro era chupado  sus rasgos faciales denotaban su corta edad, los bordes de sus labios eran secos y escupía cada 5 segundos repetidamente.  La gente lo miraba con mala gana cuando el agradecía su colaboración, era como si él les causará  fastidio solo con su presencia.


El Diablo habla y sus ojos de loco aparecen saltones: A veces con las miradas les jugamos la psicológica para que nos apoyen una moneda, les dices cosas que sabes que ellos entienden y por eso te apoyan esas monedas, pero me emputa cuando me dan centavos… para que me sirven tres centavos?


Sus cabellos alborotados, bajo su gorra vieja y sucia,  sus manos sucias por las bolas y  sus dedos amarillos por las tolas.


Por dónde vives le pregunte, sin saber a dónde nos llevaría esta conversa.


Me estoy quedando en un hotel por la Marín, me respondió mirando al suelo.


Luego de un lapso de tiempo me pregunto y tú?


Mas abajito le dije, señalando el camino con mi dedo.


Él se quedo  mirando el camino a lo lejos, parecía como que si estará ideando un plan porque se le escuchaba murmurar. Pero nunca dijo nada.


Ya habían pasado como 45 minutos desde que estamos ahí conversando y jugando, el sol  bajó su intensidad gracias a unas nubes que lo cubrían. El Diablo me miro y me dijo vamos a caminar al parque. Vamos le dije de una.


Caminamos por el parque de la Villaflora, luego nos sentamos al borde de la pileta y encendimos mi pipa, él hizo énfasis en que consumía gran cantidad de drogas desde que vive en la calle, me quede impávido ante sus palabras y el empezó a contarme su historia.


A los ocho años, me salí de mi casa, no me querían mis papas, mi mamá tenía otros hijos y a mí ni me daba de comer, a ellos les daba el estudio y a mí ni para vestir. Todo el día me tenía vendiendo corviche, y ni daba la plata que ganaba. Sus ojos se llenaban de lágrimas y su voz adoptaba cierto tono de euforia, yo miraba a los alrededores del parque e intentaba no mirar su rostro. El continúo: a mi hermano le mataron y ando buscándole al man que le mató, se puso agresivo y maldijo algunas veces, al asesino de su hermano.


Nos       pusimos en pie y cada uno tomo su camino, antes nos despedimos con un apretón de manos esperando otra ocasión para conversar y jugar.


Pasaron dos días y yo volví al faro, esperando ver al Diablo jugando, y así fue algunas veces…

Algunas veces subía nervioso, pensaba que sería aburrido si el Diablo no estaría… se me había vuelto demasiado familiar caminar con él, además siempre pensaba en que ocuparía  su tiempo, por eso le sugería que lea libros, pero él hacía caso omiso.
Caminos algunos días juntos, la mayoría fue al atardecer. Me encantaba ver las reacciones de la gente al observarnos sentados en la calle…. 


Una tarde llegue al faro, el Diablo estaba ahí…  sentado al filo de la vereda, con el rostro mirando al suelo. Me acerque a él  y lo salude rápidamente.


Tuvimos una  conversa muy incómoda, el topó temas de la familia que a mí me hacían intrigarme respecto a la conformación de mi familia.
Me converso con lágrimas en los ojos: Mi papá, me está buscando, yo le llame para que envié dinero, dice que quiere que vaya a la casa, que me va a dar el estudio… No sé qué hacer… ese man me quiere meter otra vez a rehabilitación, creo yo. Dijo jugando con sus dedos.


No creo le respondí, como queriendo indiciándole a ir.


Tu papá a de querer ayudarte, si te dijo que  te va a dar el estudio mejor aprovecha, conversa con él y pónganse bien.


El Diablo se seco sus lágrimas, se alzo el pantalón y me dijo con voz cortante: Usted es a toda madre mi parcerito, Dios le a de ayudar a usted, algún rato nos volveremos a ver por las calles mismo. Nos despedimos con un abrazo y él se fue alejando en el bus…



Después de escasos segundos, me sentía vacio… mis ojos se rompieron en pedazos, las lagrimas me segaron… no sabía que pensar, que decir, que sentir… solo camine secando mis lagrimas  y un gran vacío estremeció mis adentros.


Esa fue la última vez que vi a mi amigo Diablo… esa fue la última lección de vida que aprendí de él.



Realizado por Agustín Lara Díaz

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