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ABRAHAM, PADRE DE DOS PUEBLOS ENEMIGOS

Todo empezó hace seis mil años atrás, cuando el politeísmo era el eje rector de las culturas de Oriente Medio. Un hombre llamado Abram, quiso cambiar el curso de la historia, escribiendo en diferentes códigos los cánones del creer, pues dijo: “Dios es uno”.



Tan diferente pensó, pero a lo mejor no calculó tan bien que digamos. Pues, del señor vienen dos hijos. Uno lo tuvo con su esclava y le puso por nombre Ismael, y el segundo lo tuvo con su esposa oficial al cual llamó Isaac.



Un padre, un Dios y una promesa, el pequeño inconveniente es que había los privilegios eran individuales y habían dos hermanos, de diferente madre claro.


Casi seis mil años después, el viento sopla en una tarde soledad en Tel-Aviv, cuando de un momento a otro… Pum, pam; pum, pam. El gobierno de Israel inició el bombardeo contra sus hermanos palestinos.


Una masacre en camino, y se dice en camino, porque el cese al fuego no significa que el calor de la tensión haya bajado, los casi seis mil años de disputa por la tierra que el padre de ambas naciones dejó a Isaac, se refleja en muertos, decenas, cientos de muertos.


La sangre que atañe la historia del recorrido de ambos pueblos, aunque la descendencia del hermano mayor le supere en número a la del menor, ha sido la más afectada en cifra de bajas.


Los días transcurren y cada una de estas culturas se hace de la promesa, escritas en sus libros sagrados, los unos sostienen aferrados al Corán y los otros atados a la Torá.


La cuestión es que cada día que pasa, resulta imposible evitar un inusual mundo de violencia, un eventual mundo teñido de sangre, un mundo que Occidente no comprende, entiende las causas del origen, pero se niega a comprender.


La esperanza de paz se esfuma en el discurso que cada uno de esos pueblos tiene en función de la verdad, una verdad algo ambigua, donde el tener una creencia sólida gira la posición del péndulo de acuerdo a nuestra percepción.


Ellos viven, o sobreviven el sueño de la promesa cumplida, con la victoria de los unos sobre los otros. Y mientras llega la recompensa, el único cuadro que se pinta en la historia es la de dos hermanos disputándose un espacio territorial
.

Realizado por Gabriel Ayala

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