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“Lo peligroso y complicado de trabajar en la calle”

Acompañaba a Manuel Caizapanta de 52 años, mi gran amigo, quien era dueño de un bus tipo N° 165 de la Cooperativa San Francisco, que transitaba por el Corredor Sur Occidental cumpliendo la ruta 17 y que su destino era llegar al famoso barrio de “La Floresta”, y así regresar a Chillogallo lugar donde inicia cada día su recorrido, pero jamás me imaginé todo lo que iba a ocurrir horas después.


(Con tono firme y muy respetuoso) Manuel mencionó: ¡Andrea vamos!, y lo hice gustosamente, eran las 14:00, conversaba con él y su acompañante Freddy su hermano; me contaban paso a paso como es su diario vivir en un bus de transporte urbano, y pregunté si tenían tiempo de compartir con sus familias, ya que cuentan Manuel y Freddy que salen de sus hogares a las 05:00 y regresan por la noche a las 22:00 horas.


Manuel ya acostumbrado de su trabajo cuenta que su familia siempre lo apoyado ya que son 25 años que conservan este trabajo y así pueden vivir y tener un plato de comida en sus hogares y que con el pasar del tiempo han ganado paciencia, pero también algunas enfermedades como la depresión, problemas respiratorios, digestivos, afección en sus oídos por tanto ruido que deben estar expuestos todo el día.


Por otra parte Freddy señala que cada día es igual ha llegado a la monotonía, ya que a diario observa policías, pasajeros, el tráfico insoportable de la capital no solo en horas pico sino todo el día y el duro trabajo de permanecer 17 horas detrás de un volante y las mismas 17 horas gritando parada por parada su recorrido a los pasajeros.


Pensé que sería un lindo paseo. La tarde fue nublada, no hacía calor así que no me preocupé demasiado. El recorrido fue tranquilo todo lo que observé me entretuvo, fueron las 17:00 horas y cruzábamos por el sector del Tejar en el Centro Histórico de Quito, donde Manuel no observó con claridad un canino que cruzó por la calle sin precaución, el susto fue fuerte pero no pasó a mayores. ¡Pobre perro mencionó Freddy, yo sonreí y seguimos el recorrido!


Íbamos de sur a norte y luego de cruzar los túneles a la altura de la calle Michelena tres personas se subieron a deleitar al público con música, Manuel, Freddy y yo sonreímos y bromeamos: Los músicos llegaron dije, así que disfrutemos de este concierto móvil por las calles de Quito. Tenían preparado un colorido espectáculo iniciando con canciones muy alegres, chistes que hicieron sonreír a más de uno en el bus. Luego, cantaron algunos de los temas de su último disco, el cual había sido lanzado en noviembre pasado en nuestro país; la gente colaboró con los músicos y me sentí sorprendida de todo el trabajo que realiza la gente por ganarse unos centavitos.


Estuve por bajarme del bus sin antes agradecerle a Manuel por su paseo y la oportunidad que me brindó por conocer como es su diario vivir en las

calles, pero Freddy exclamó: ¡Andrea acompáñanos a Chillogallo y regresamos por tu casa!; como son grandes amigos de la familia accedí, y lo más impactante estaba por ocurrir. Fueron las 18:00 horas y comenzó el tráfico en el sur de Quito, cruzábamos el “Caballito” en Chillogallo ya de regreso y me sentí cansada,  lo único que deseaba era llegar a mi casa y poder descansar.


De a poco la noche iba cayendo y la impaciencia se sentía. Manuel dijo: ¡Que insoportable tráfico pero falta poco, tranquila Andrea estamos por llegar! en la parada de “La Mena Dos”, un señor se subió al bus, medía aproximadamente 1.55 centímetros de estatura, era piel morena, se trataba de un indigente que llevaba un paraguas negro en sus manos, estaba sospechoso se ubicó en la última fila del bus y comenzó a gritar, se acercó donde un señor y le dijo: ¡Ayúdeme por favor, le vendo el paraguas solo cuesta un dólar! El señor no le dijo nada y el indigente insistió ¡Señor ayúdeme, o alguien de ustedes ayúdenme por favor, solo necesito un dólar! Toda la gente estaba sorprendida y preocupada por la actitud de esta persona. Nadie lo ayudó y esta persona se tranquilizó y se sentó.


Parecía que todo había acabado, que solo se trataba de un pobre indigente que deseaba dinero para poder cubrir sus necesidades, nosotros seguíamos adelante y en la parada de “La Biloxi” subieron algunas personas, nosotros intentamos seguir pero un semáforo nos detuvo; eran las 18:30 horas ya había anochecido, cuando el semáforo nos indica que avancemos escuchamos un grito y un disparo muy fuerte; al pobre indigente cinco personas lo habían asesinado Manuel abrió las puertas del bus y estas personas se habían bajado. Nadie sabe lo que pasó pero Francisca pasajera del bus cuenta que las cinco personas que subieron en la parada le habían insultado y que uno de ellos sacó un revólver y lo apuntó a su cabeza y lo mató de contado arrebatándole el paraguas.


Desconcertada con mucho miedo y sin palabras intenté ir a mi casa, pero fue imposible la policía llegó y nadie les supo decir nada. Nosotros fuimos con ellos para declaraciones y mencioné que se suponía que era un pequeño paseo, que nunca me iba a imaginar, que algo de esto me iba a pasar, hoy tengo mucho pavor de subirme a un bus y logro entender lo peligroso y arriesgado que es trabajar en la calle, pero que algunas personas lo hacen por sobrevivir cada día y las admiro por su valentía.

Realizado por Joseth Tapia

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