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FIESTAS CON SABOR A MIEL

Un sol radiante con sus rayos de fuego cobijaba una espléndida tarde quiteña avivando el ambiente festivo de los primeros días de diciembre.  La plaza Quitumbe, al sur de la ciudad, era el punto de encuentro de propios y extraños, lugar preciso para degustar los sabores más exquisitos de la comida ecuatoriana y al mismo tiempo para el deleite del oído más exigente con las melodías que arrancaban los artistas nacionales y extranjeros.



Que el invierno había llegado murmuraban no hace mucho tiempo las comadrejas del barrio, sin embargo, “San Pedro es fiestero, por eso ha cerrado las llaves para que podamos disfrutar de las fiestas de nuestra querida ciudad”, se comentaba a viva voz entre los asistentes.



Luego de dar un breve recorrido, me dirigí al lugar donde se expendían toda clase de artículos y comidas a los visitantes.  Me llamó la atención la venta de productos apícolas.  Soy aficionado a ellos.  Me acerqué.  Mucha gente se acercaba igual que yo.  Niños con su curiosidad innata ansiosos miraban aquel mágico movimiento al interior de una colmena.  ¡Qué hermosas son, mira Juanito cómo trabajan!  Decía una mujer de mediana edad que había salido con su hijo de siete años, mientras señalaba con su dedo índice a un centenar de abejas que laboriosas trabajaban al interior de un panal.  Un electrizante movimiento daba cuenta de aquel aletear enigmático en su incansable faena de todos los días en la producción de alimento para la especie humana.



Gente de todas las edades degustaban un exquisito manjar cuyo ingrediente principal era la miel producida por estos misteriosos seres.  Un tipo de espumilla cremosa se repartía en pequeñas paletas a los visitantes.  Los pequeños se repetían la dosis.  Los adultos reflejaban su satisfacción y alegría a través de alegres miradas  que entrecruzaban entre sí. Tomaban un producto entre sus manos y con singular curiosidad escudriñaban íntegramente cada uno de ellos, dándole la vuelta, levantando a la altura de sus ojos, ubicándolo bajo la luz del sol, como quien ansía fervientemente descubrir lo recóndito, lo misterioso, lo aún no descubierto… al final se escuchaba: “dicen que la miel es muy buena para curar los resfríos”.  Entonces, los acompañantes con ligeros movimientos de cabeza asentían como signo de aprobación.



Se retiraban unos y llegaban otros.  Era el ir y venir como un largo e interminable peregrinaje.  Era un verdadero ambiente donde el bullicio era cómplice infaltable de aquellas festividades.  Voces cercanas y lejanas daban cuenta de la comparecencia de mucha gente.  En este lugar, el de las abejas, la voz de Manuel Navarrete no cesaba en indicar a quienes ahí llegaban, todas las bondades de sus productos.    “La miel tiene muchos beneficios, se lo emplea como alimento, como medicina, como cosmético… no debe faltar en ningún hogar.”   El tiempo transcurrió de prisa y la tarde abría paso a las sombras de la noche.  Al extremo sur, un imponente sonido anunciaba el desfile de artistas en el festejo de aniversario de la ciudad.  Fue el momento de retirarnos del lugar.

Realizado por Ángel Zhunaula

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