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“EL QUITO QUE HACEMOS ES EL QUITO QUE TENEMOS”

Realizado por Gabriela Ortiz



Son las nueve y media de la mañana y el típico desfile de la confraternidad da inicio con los pasos de baile del alcalde Barrera, quien no encontró barrera alguna para sacar a bailar a las espectadoras que ni cortas ni perezosas aprovecharon el momento parasacarle brillo a la Shiris. Si fuera por ellas bailaban hasta el infinito y más allá.

El quiebre de caderas era tal que si no estaban acompañadas por la Banda Municipal hubieran bailado hasta el Gangsta Style con tal de que sigan toma y toma fotos. Una mujer corre detrás de un fotógrafo de prensa y le pide emocionadaque le etiquete en Facebook la fotito con el alcalde.

Argumenta que será la sensación entre sus amigos de Sesenta y Piquito.

“Ya viene,ya viene, vele por ahí viene”. Se escuchan los comentarios de los asistentes que hacían alarde de que ya tienen reina para el vecino año.

“¡A mi no me gustaba ella, yo quería que salga la más rubiecita!.” “¡La otra tenía mejor cuerpo!”. “¿Cómo dices que se llama la Reina?”. “Ni idea creo que tiene un nombre extranjero”.

”¡Que viva la reina!”. “!Yo no quiero ninguna reina ni que fuéramos españoles para seguir gobernados por cualquiera. Si fuera así tocaría decirle al Correa, buenos días su majestad!. ¡Aunque no falta mucho para que la gente le diga eso, orgulloso a de estar el de los ojos verde limón¡”.

Mientras tanto la nueva Reinita ni se entera de lo que sucede entre los espectadores  ya que solo se dedica a sonreír y lazar besos volados. 

La gente que madruga se encuentra en la zona vip del asfalto de la Shiris, hacen cadena brazo con brazo para que no se les colen. Ellos son los que más disfrutan entre empujón, griterío y aplausos la gente sigue aumentando. Cerca de 100 mil espectadores rodean la avenida.

Mientras tanto los que se quedaron dormidos o les cogió el tráfico alquilan banquitos en los que se suben, primero la mamá agarrada de los juguetes del hijo. Segundo el papá, con un pie en el banco y otro en el airesin embargo con un solo brazo amarca al guagua. En esos instantes no importa la comodidad la gente solo quiere ver a las bastoneras que se descuartizan cada tres metros.

Por su parte, los vendedores informales aprovecharon la cantidad de personas para hacer la plata, dinero que se volvería a gastar para las futuras compras navideñas.

Sombreros, gorras, algodón de azúcar, hornado, bebidas, helados, sánduches, frutas con chocolate, cevichochos, burbujas, paracaidistas de juguete, pitos y alquiler de silletas, ofrecían los comerciantes por las calles mientras transcurría la comparsa que parecía interminable.

A fin de cuentas se festejaba a la capital de los ecuatorianos pero el cielo de Quito al ver tanta alegría se puso a llorar y ¡zas! cayó el aguacerazo. Todo el mundo corrió a escampar y los carritos alegóricos se desfloraron y decoloraron. Al igual que la venta de los informales.

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